El cielo y sus vestiduras de oro las flores en sus ropas de primavera, y el canto de los pájaros que en aeronaves sumergía la realidad en un manto de poesía.

De dulce melodía la brisa del aire trae el murmullo del río, escurridizo, y en su llanto callado la vida nace y se arrulla en la sombra del pálido rocío.

Entre los árboles, la paz se posa en sus ramas tiernas de azulosa corona.

El arroyo murmura, el sol se agita, y las flores despiertan en torno a la vida vorazmente repleta de esencia y de luz, y en la ladera se asoma la brisa, divina y en paz.

  • Esteban Echeverría