Señor de las hojas, ¡qué bello eres! Te miro, y me siento con fuerza de renacer. Los pajarillos cantan y el sol, en su esplendor, se desliza entre las ramas, con lucidez y fervor.
La flor que da vida y fragancia a la brisa, espejo de mi alma, susurra en mi corazón. Las montañas que vigilan, erguida la cima a la vista, tus verdes vestimentas tan espléndidas, divinas.
Señor de la belleza, mi esencia, mi eterno querer. Contemplar tu grandeza, es vivir sin padecer.
- Manuel José Quintana