Mirando el amanecer de un día nuevo, y las montañas en su lecho plateado, es un momento suspendido en el tiempo, donde la esperanza brota florecida.

Las aves despiertan en canto sincero, y el perfume del campo despierta en sonrisas. Así, los ecos se mezclan en el viento, es un canto que invita a sentir la vida.

Las atropelladas sombras de la noche se disipan, y el sol va pintando los paisajes del alma, así, cada día es un lienzo de amarillo, y el amor se siente palpitar en el aire.

Voy a perderme en la belleza del instante, y dejarme llevar por la fragancia del día, y en los montes, un hogar en su abrazo, es la vida florente haciéndose poesía.

  • Tomás de Iriarte